lunes, 13 de febrero de 2012

La creación del mundo (versión andaluza)

Ar prinsipio to era oscuriá, y Dio nuestro señó creó la lú.
Asin le queó to enfocao, pero no había casi de ná y era aburrío.
Entonse se rascó la cabeza y se dijo:


“Joé que muermo. Ví a creá argo má gracioso”.

Y hiso las planta, vegetale y los yerbajo.

Pero entoavía era soso er mundo y Dio se jartaba de eshar siesta porque aún
Saburría.

“Y astá”, pensó, “haré lo animale pa que se meneen un poquito y me den argo de chou espectacular”. Y hiso los bishos.

Le salieron de tó los tamaño y colore, pelúos, plumaos, carvos, con pata, con diente y sin diente, manso no manso y de tó asin en generá.

Aluego lo pasó es que Dio nuestro señó no sabía cómo repartirlos pol planeta, que era entonse un paraíso terrená bastante apañao, y desidió lo siguiente:
Lo tiró a tós ar mar oceánico.

A los que nadaron los llamó pescaos y setáceos.
A los que se cagaron de mieo y se liaron a nadá como locos hasta la orilla los llamó animale terretre purmonare.
A los que salieron der agua volando los llamó pájaro volaore.
Y a los que se ajogaron los llamó cadávere.

Pero aún asin, Dio el Supremo creadó der universo, se seguía aburriendo. Y por eso hiso ar hombre.
Er hombre estaba solo y se aburría montón. Fue asin que le pidió a Dio que le hasiera una pareja como los demás bisho, que estaban tós ennoviaos meno él.

Dio se compadesió y le arrancó de cuajo una costilla.


Adán, que se llamaba er tío, se retorsió como un sarmiento. Y si no, probá de arrancarse una costilla y veréi.
Y con la costilla le fabricó una hembra que se llamó Evarista, pero la yamaban familiarmente “Eva” pa que fuera má corto.

Adán y Eva se pusieron a reí y a juga al encondio de noche.
Pero como tó lo repetío cansa, el Adán ar cabo de do año, ya se liaba con toas las monas del paraíso, con lo cuar la Eva le pidió la separación mu enfadá.

Como no estaban casaos no se pudieron desepará y siguieron a lo suyo. Pero ar cabo der tiempo, el Dio Todopoderoso, se vorvió a aburrí, y se le ocurrió que pa que no fuera tó tan fásil ener paraíso, se tenía que inventá argo pa darle emosión. Entonce se sacó una ley que desía que tó lo que había ener paraíso se podía comé, meno la serpiente.

Y estando un día la Eva y el Adán como siempre debajo de una higuera, aparesío por entre las rama una serpiente gorda, maja y hermosa que venía a ofrecerle una mansana cojonuda goleen pa que la probaran.

El Adán y la Eva que vieron aquello de una serpiente con una manzana en la boca, le atisaron un peñaso y se la hicieron al horno.


Dio, nuestro Señó se dio cuenta de que le habian desobedesio y antonse mandó un angelote antidisturbio con porra de fuego y casco de pluma pa que lo espursara der paraíso terrená y se fueron a tomar vientos!!

Y ahí acabó la güena vida. La que hay ahora ya la conséi vosotro.
Y no me quiero poné pesá, pero asin fue la cosa y por eso nos va como nos va.

Romance del Duque

Así recitó el juglar
a muchedumbre embobada:

Era un joven que metía
las pelotas por la escuadra
y, de pronto, llegó a Duque
al casar con una infanta:
braguetazo, que le dicen
por tierras de Salamanca,
braguetazu, en les Asturies
y pelotazo en Granada.

Al entrar en la nobleza,
ya Duque de Candelaria,
se creyó con la licencia
del derecho de pernada
y se vió como intocable
por Realeza de España.

Vino a proponer negocios
a diversos Reyes Taifas
que juegan con el erario
como bien les viene en gana;
pues es dinero de nadie
y revierte en quien lo apaña.

Presidentes de segunda,
que aparentan Reyes Taifas,
se embobaron con el “Yerno”
y prepararon pitanza
para que comiese el Duque
cuanto le diese la gana
y el Duque, más que comer,
ciertamente devoraba
con apetito insaciable;
le gustaba la pitanza.

Asunto fue de millones
los contratos que firmaran
y, por si acaso, el Gran Duque
adelantados cobraba;
no fuese que de proyectos
quedasen humos de paja.

Asunto fue de millones
los contratos que firmaran
y cual lluvia, en gota fría,
a la Nóos inundaban;
eran ganancias muy sucias
y preciso blanquearlas.

Así fue montando empresas
(lavadoras las llamaba)
el prelavado en Aizoon;
en Belice se lavaban;
el centrifugado en Londres
y, una vez blanqueadas,
retornaban abundantes
para comprar nuevas casas
y un palacete en Pedralbes,
reformado con tal gracia
que ha llegado a real palacio
para orgullo de la Infanta.

Al Duque de Palmatoria,
a más de plebeya plaga
que le servía de apaño
para camuflar ganancias,
le han cogido, por la noche,
una patrulla de guardias
que vigilando honradez
encontraron la mangancia.

Con las alforjas repletas
a Diego Torres pillaban,
acompañado de esposa
y de un cuñado por banda:
por estribor iba Marcos,
Miguel por babor andaba.

Estos cuatro mochileros
los millones transportaban
y usaban las lavadoras
con tal salero y tal gracia
que hacían de sucios euros
unas monedas honradas.

El juez dice “trapicheo”;
“gran robo” el fiscal la llama
a la fortuna del Duque:
la Empresa que no lucraba
y, sin embargo, lucró
millones de euros a manta.

Los impuestos en Belice
se extinguían en la nada
y todo era beneficio,
y todo era ganancia,
pues pagaba las facturas
que él mismo se cobraba.

Con más arte que Paesa,
el Duque de Candelaria
amasaba una fortuna
así, sin más, por la cara
que tiene de hombre buenazo
y de marido de Infanta.

Si en Nóos hubo trapicheos,
el Duque no sabe nada,
que Nóos está en Barcelona
y él residía en las Babias.

Así se escribe la historia:
unos pierden, otros ganan;
aquí perdió el pueblo entero
y ganó el Duque de Palma.

Ahora corresponde al juez
analizar bien la causa
y demostrar que es verdad
que, quien la hace, la paga.

Debe el juez recuperar
el total de la mangancia,
subastar el palacete
y ofrecerle larga estancia,
en Soto del Real, al Duque
y a sus amigos comparsas.

Así terminó el Juglar
de relatar las hazañas
del “yernísimo de Rey
y noble Duque de Palma”,
que ordeñaba los millones
que nos faltan en la vaca.